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Parte uno de lo que podría ser una gran historia

  • Gwen Paterson
  • 25 oct 2020
  • 1 Min. de lectura

Una estrella nace a partir del colapso de una nube de material compuesto principalmente de hidrógeno y trazas de otros elementos pesados. Para que el núcleo estelar pueda ser suficientemente denso, parte del hidrógeno se convierte poco a poco en helio por proceso de fusión nuclear. Pero dejando el proceso científico, Emily nació de un colapso de nube de hidrógeno y elementos pesados, su núcleo es denso, pero ella no solo es una estrella. He aquí la parte uno de lo que podría ser una gran historia.


Sistema Solar, planeta Tierra, coordenadas 37º30'N79º00'O. Comadrona, enfermera, ginecólogo, padre y madre, llegan a paritorio. Mientras, a miles de millones de kilómetros se empieza a formar un esferoide luminoso, poco a poco pero violentamente. Sudor, esfuerzo, palabras tranquilizadoras y motivadoras, un último esfuerzo. Un último impacto. El llanto de un bebé coincide con la luminosidad y el brillo de una estrella. Emily.


El bebé duerme, la estrella también, tranquilos, en calma. El bebé llora porque necesita alimento, la estrella parpadea pidiendo sustento. El bebé ríe mostrando sus pequeñas encías, la estrella brilla como nunca. Dos cuerpos diferentes, uno humano, otro estelar, pero ambos en armonía, como si estuviesen conectados de alguna forma aunque sea imposible. El bebé crece, la estrella también, absortos de que algún día, ambos dejarán de ser dos y se convertirán en uno.

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