top of page

Historias de corazones rotos

  • Gwen Paterson
  • 21 abr 2021
  • 2 Min. de lectura

Una lata de refresco, una pulsera de cuerda, y media servilleta. Esas son las únicas cosas que me quedan de Owen, y nuestra historia, bueno, es una de mis favoritas... A diferencia de cualquier otra historia cliché, él no era el más popular, ni el mejor jugador de fútbol de la universidad, era un estudiante como cualquier otro. Nos conocimos en una fiesta, al final del primer año de carrera, nos presentó una amiga en común, y pasamos toda la noche riendo, contando chistes y escuchando como la música iba cada vez más alta. Decidimos irnos a un bar y allí hablamos de forma más cómoda acerca de gustos, aficiones y anécdotas, estuvimos hasta muy tarde, nunca había conectado tanto con nadie. En una servilleta escribimos nuestros teléfonos, la partimos a la mitad y prometimos llamarnos al día siguiente. Pensé que al despertarme, la resaca me haría ver que solo fue el conocer a un nuevo estudiante, pero un mensaje del número que se hallaba escrito en mi trozo de servilleta me hizo darme cuenta que, no solo no había sido un sueño sino que sería el comienzo de algo extraordinario. Quedamos a cenar, a desayunar, a pasear... Fuimos a la feria, nos hicimos fotos en un fotomatón, conseguimos premios en los puestos, nos subimos en la noria. Reímos, charlamos, acabamos sentados en un sillón azul frente al río. Ahí me contó su pasado, la repentina ruptura con su exnovia, la reforma de su nuevo local... Conté mis manías, mi alocada y desastrosa vida sentimental, y el positivismo que tenía para ese curso, mientras bebíamos latas de un super cercano abierto las 24 horas. Todo era perfecto, comenzamos a quedar más, al cine, a comer en mi piso, a dormir en el suyo... No podía pedir más. Unos meses después se mudó a mi pequeño piso y decidimos establecer una relación seria, la vida nos había sonreído, todos se alegraban por nosotros, éramos felices. ¿La pulsera? Fuimos a la playa con unos amigos, el día antes de nuestro aniversario. Nos lo pasamos en grande, y nos quedamos hasta muy tarde, riendo y gastándonos bromas entre nosotros. Algunos fueron a por comida mientras otros nos quedamos en la playa, al volver con la cena, habían pasado las doce, me dijo que extendiera el brazo y cerrara los ojos. Compró dos pulseras de cuerdas iguales "nada nos puede separar amor". El 20 de septiembre, el destino hizo que nos fuéramos separando poco a poco, el 8 de julio nos dejó tras un largo periodo de lucha. Ver estas cosas, me hacen recordarle, y recordar todos aquellos recuerdos que se ocultan detrás, darme cuenta de la suerte que tuve de conocerlo y de compartir su corta vida.


ree






 
 
 

Comentarios


© 2023 por NÓMADA EN EL CAMINO. Creado con Wix.com

  • b-facebook
  • Twitter Round
  • Instagram Black Round
bottom of page