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48. Parte dos

  • Gwen Paterson
  • 20 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

Ella es Gabriela, una chica de tan solo 24 años la cual tiene a su cargo un niño de 3. Gabs estudia historia del arte en la universidad y su gran meta en la vida es ser una respetada diseñadora de moda, pero tras el fracaso del día anterior, su motivación cae cada vez más, y ve muy complicado cumplir su sueño. Trabaja como camarera en una cafetería cerca del centro de la ciudad, no es gran cosa, pero paga el alquiler y los pañales. Tras el estrepitoso fracaso de la noche anterior, quiso pasar el resto de su vida escondida bajo las sábanas, pero un llanto no muy lejano la hizo volver de golpe a la realidad.


-Ya voy, ya voy.- Abrió la puerta.- Tyler no llores, ¿Tienes hambre?


El pequeño, en brazos de su madre, asintió con los ojos cristalizados. Se dirigieron a la cocina, preparó el desayuno mientras el pequeño permanecía sentado en su silla, se tomó su tiempo, desayunaron tranquilamente hasta que vió la hora en el reloj de pared. Cogió su bolso, colocó a su hijo en el carrito y salió de casa a toda velocidad, tenía que dejar al pequeño en la guardería y llegar a tiempo al trabajo o la despedirían de otro trabajo más, y no podía permitirse dos en una semana. Con prisas aparcó frente a la cafetería, y tras cruzar la carretera, vió una mancha de comida de Tyler en su blusa blanca, intenta quitarla mientras camina hacia el trabajo y maldiciendo, sin darse cuenta que está apunto de chocarse con alguien. Y pasó lo inevitable. Un vaso de café recién hecho fue a parar a la camiseta de la persona contraria.


-¡Oh, lo siento muchísimo!- Sacó un pañuelo del bolso mientras él miraba la gran mancha marrón impregnada en la tela.

-No importa, iba distraído…- Intentó quitar la mancha, pero ya era tarde.

-De verdad que lo siento, idiota…

-¿Disculpa?

-Nono, tú no, hablaba conmigo misma.- Alzó la vista a la vez que sus ojos color miel se cruzaron con los suyos verdes.

-De verdad que no es nada.- Sonrió y le respondió de igual forma.

-Por lo menos deja que te invite a un café, trabajo justo ahí.

-No es necesario.

-En serio, déjame compensártelo por lo menos.- Avanzaron.

-Está bien, tú primero.- Dijo abriendo la puerta y tras un “gracias” entraron en el local.



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